La transformación digital no es un proceso, es un escenario de posibilidades que las empresas deben crear con el fin de construir oportunidades ligadas a los sentimientos, expectativas y retos de los clientes.
En este sentido, no es en la tecnología ni en los procesos donde ocurre la transformación, sino en las prácticas y competencias de las personas que identifican, capturan y reinventan la manera de hacer las cosas, con la participación de los consumidores.
Para lograrlo, las empresas no pueden seguir entendiendo los negocios desde una vista tradicional de las carreras: economía, tecnología, ingeniería, derecho, psicología, etc., sino motivar a una unión de disciplinas.
Si las empresas u organizaciones desean avanzar y crear un espacio en el entorno digital deben seguir algunas prácticas básicas:
- Moverse rápido.
- Una exigencia para caminar con los retos empresariales y contar con los escenarios dispuestos para experimentar y simular soluciones de forma ágil y efectiva. Superar las barreras cognitivas de aquello que conocemos para tomar riesgos de forma inteligente.
- Experimentar mucho.
- Aprender, desaprender, desconectar y reconectar, son palabras que definen la manera como la empresa conoce y descubre su propio entorno y realidad de negocios.
- Adopción temprana.
- Moverse rápido y experimentar mucho debe llevar a una relación con terceros de confianza para contar con plataformas y ecosistemas de despliegue rápido, con el fin de desarrollar y consolidar las nuevas competencias digitales que son requeridas para enfrentar los retos empresariales.
- Reinventar siempre.
Al realizar las tres acciones previas, se logran espacios para anticipar tendencias, comprender los riesgos y amenazas digitales que son inherentes a estas nuevas iniciativas, con el fin de defender la promesa de valor para clientes.

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